Confía sólo en los
sabios
Hay muchas personas, lo sabes muy bien, que se creen dioses
y son sólo pobres idiotas. Otras se acercan a ti como una sombra que no desea
molestar y están en cambio llenos de sabiduría. ¿Cómo distinguirlos? Empieza
por desconfiar de quienes creen saberlo todo, que tienen respuestas para todo,
que nunca dudan, para quienes el misterio es sólo ilusión. Suelen tener el
cerebro cuadriculado, porque no están acostumbrados a contemplar la
complejidad de las cosas.
La sabiduría es lo opuesto. Es observación,
capacidad de analizar la pluralidad, de observar las cosas en toda su globalidad.
Sabio es el que sabe ver la realidad, no sólo con los ojos de la razón, sino
también con los de la sensibilidad. Es una razón apasionada y una pasión
inteligente por todo lo creado. El sabio sabe que es difícil saber y por eso
piensa mucho antes de hablar y de decidir. Y aun cuando lo ha hecho, sigue
dudando porque es consciente de lo fácil que es equivocarse al juzgar sobre las
cosas y las personas.
El sabio está, al mismo tiempo, seguro de su
sabiduría porque es genuino, sabe mirar las cosas con ojos limpios, en profundidad.
No se detiene en la engañosa superficie de lo que observa. Sabe ver las cosas
en todas sus dimensiones.
El sabio es como los ríos que conocen las aguas que
arrastran, porque las escudriñan y acarician con amor. Es como la lluvia que
empapa la tierra y la fecunda, que sabe que hace falta tiempo para que las
cosas crezcan y mueran.
La sabiduría de la vida es como una mirada serena y
apasionada a la vez sobre lo visible y lo invisible, porque es la ciencia que
no tiene prejuicios, que cree en lo imposible, pero que sabe también que la
mentira acecha en cada esquina por donde pasan los hombres y que los espejismos
ofuscan, con frecuencia, la mente de la gente.
El sabio sabe que ninguna realidad es totalmente
negativa ni absolutamente positiva; que todo está increíblemente mezclado, que
las huellas de lo divino y de lo diabólico han quedado impresas en las cosas y
en los hombres.
El sabio sabe -no lo olvides nunca- esperar sin
prisas, sabe que no se llega antes a nada corriendo y que lo mejor de la vida
sigue escondido en el duro misterio del corazón de las piedras.
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