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Reflexión Domingo 13º del Tiempo Ordinario (B)


1.       La palabra de Dios

En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas; basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar -tenía doce años-. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña. (San Marcos 5,21-43).
  1.  “Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.” Hoy es Jairo, el jefe de la sinagoga, el que sufre porque su hija está a punto de morir y ruega a Jesús que la cure.  Jesús lo acoge y se va con él.  Pero alguien  avisa a Jairo que su hija ha muerto y no vale la pena molestar a Jesú. Al oírlo, éste lo anima: "No temas; basta que tengas fe." Esta es la medicina: tener fe. Confiar en  el amor y el poder del Señor. ¡Cuántas veces,  Señor, te he pedido que me libres de todas mis esclavitudes, de mis miedos a decirte que sí, de mis pecados! Cuando me pregunto por qué sigo igual, en mi corazón escucho la respuesta: “basta que tengas fe.” Es donde fallo, Señor: no termino de creer en ti, de fiarme de ti. Por eso, hoy  te ruego con toda humildad y de todo corazón que  venzas mi incredulidad, mi desconfianza. Que me fíe de ti, Señor.

  1. “Llegaron a casa, entró y les dijo: -¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él”. Y es que para Jesús la muerte es un fenómeno transitorio, como el sueño. Pero los que lo oyeron, se ríen. Ellos no tienen fe, no confían en Jesús, como confía Jairo.  ¡Cuántos hay, Señor, así! Escuchan tu palabra de vida y les causa risa. Y siguen escépticos,  sin esperanza, en su sufrimiento y en su llanto. Hoy, Señor, te ruego por ellos. Dales la fe, Señor. Que te reconozcan a ti como Señor de la Vida. Que conozcan la fuerza sanadora y liberadora de tu amor.

3.      "Talitha qumi" (que significa: "Contigo hablo, niña, levántate"). Jesús entra en casa, toma a la niña de la mano, y la llama: "Contigo hablo, niña, levántate.”  Y su palabra y tacto vencen a la muerte. La niña se puso en pie y comenzó a caminar.  Esta muchacha  devuelta a la vida y a la libertad, es imagen de lo que acontece en quienes se acercan a Jesús con fe: son resucitados, liberados, transformados.  Los enfermos, libres de la enfermedad; los avaros, libres de su afán de riqueza y del egoísmo que no le deja compartir; los pecadores, libres de sus pecados… Señor, ¡cuántas veces me siento como muerto,  desanimado, sin fuerzas para seguir caminando por tus caminos de amor!  Cuando me veas así, Señor, acércate a mí, tómame de la mano y di con autoridad: “Contigo hablo, levántate.” Que, si tú lo dices, sé que  podré ponerme en pie y comenzar a caminar de nuevo.

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