REFLEXIÓN JUEVES SANTO
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (C)
7:03 |
Domingo de Ramos en la
Pasión del Señor (C)
Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti.
Ayúdame a tomar conciencia viva de que
tú estás conmigo siempre. Esté donde
esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de
oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo,
que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras.
Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar
de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no
prosigas.
1. La
palabra de Dios
En
aquel tiempo, Jesús iba hacia Jerusalén, marchando a la cabeza. Al acercarse a
Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos
diciéndoles: -Id a la aldea de enfrente: al entrar
encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y
traedlo. Y si alguien os pregunta: «¿Por qué lo desatáis?», contestadle: «El
Señor lo necesita.» Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban
el borrico, los dueños les preguntaron: -¿Por qué desatáis el borrico? Ellos contestaron:
-El Señor lo
necesita. Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos, y le ayudaron a montar.
Según iba
avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y cuando se acercaba
ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados,
se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los milagros que habían visto, diciendo:
-¡Bendito el
que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto.
Algunos fariseos
de entre la gente le dijeron: -Maestro, reprende a tus discípulos. El replicó:
-Os digo,
que si éstos callan, gritarán las piedras.( Lucas 19,28-40)
1. Comenzamos la
Semana de Pasión. Un año más vamos a contemplar cómo Cristo muere en la cruz
por nosotros. Pero su muerte en el Calvario sabemos que no es una derrota, sino
el triunfo más rotundo y definitivo sobre los poderes del mal y del pecado. El
Señor muere para salvarnos, para arrancarnos del domino del pecado. Esto es lo
que celebramos, recordamos y vivimos en esta semana: la pasión, muerte y resurrección de Cristo, los
acontecimientos que nos dieron nueva vida, la vida eterna. Señor, en estos días santos nosotros queremos
acompañarte. Queremos unirnos a ti en de
la oración, en las celebraciones de la liturgia, pero especialmente en la caridad,
pensando más en los demás que en nosotros mismos, siendo más generosos, más comprensivos, más
tolerantes. Que esta semana, Señor, sea en verdad santa para nosotros.
2. Y como pórtico
de la Semana Santa está el Domingo de Ramos,
la celebración de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Entrada de rey pacífico,
humilde y manso. Entra el Señor montado en un borrico, aclamado por gente
sencilla del pueblo, por los discípulos y unos niños. Ellos le aclaman con
gritos de júbilo: “¡Hosanna al Hijo de
David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”
Y agitan palmas y ramos de olivo, símbolos de la paz. Porque ése es
Jesús: el rey de la paz y del amor. Como dice san Andrés de Creta: “Él viene, pero no como
quien toma posesión de su gloria, con fasto y ostentación. No gritará —dice la
Escritura—, no clamará, no voceará por las calles, sino que será manso y
humilde, con apariencia insignificante, aunque le ha sido preparada una entrada
suntuosa. Corramos, pues, con él que se dirige con presteza a la Pasión, e
imitemos a los que salían a su encuentro. no para extender por el suelo, a su paso,
ramos de olivo, vestiduras y palmas, sino para derramarnos nosotros mismos...”
Eso es lo que queremos hacer en este día, Señor, “derramarnos” nosotros mismos,
entregarnos a ti, y acoger la oferta de paz y amor que nos haces. ».
3. En la
Eucaristía de hoy, después de bendecir los ramos y revivir la entrada triunfal
de Jesús en Jerusalén, se proclama la Pasión. En ella contemplamos cómo al que acabamos
de aclamar rey, es torturado y llevado a
la muerte en cruz. De la aclamación, a la condena. No cabe duda
que muchos de los que le aclamaron el domingo, el viernes gritaron contra él y
pidieron su condena. Así de inconstantes somos. ¡Con qué facilidad pasamos del
fervor a la frialdad y la indiferencia, del Domingo de Ramos al Viernes Santo!
Un rato de fervor en la oración o en la eucaristía, y somos capaces de todo:
“Señor, tú lo eres todo para mí”; pero
llega la rutina de cada día o la dificultad, y nos olvidamos y le damos la espalda. Perdona , Señor, tanta
inconstancia. Tú , Jesús, dijiste sí al Padre y lo mantuviste hasta la cruz. Por eso el Padre
te resucitó. Que nosotros permanezcamos siempre en tu amor y en tu alabanza.
Que seas para siempre nuestro Rey y Señor.
6 de enero – Epifanía del Señor
14:19 |
6 de enero – Epifanía
del Señor
1. La palabra de Dios
Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la
gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer
por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en
otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos
apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del
mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio. (Ef 3,2-3a.5-6).
Jesús nació en Belén de Judea en tiempos
del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos
visto salir su estrella y venimos a adorarlo.» Al enterarse el rey Herodes, se
sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los
escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: ?Y tú, Belén, tierra
de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti
saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."» Entonces Herodes
llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había
aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad
cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo
también a adorarlo.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de
pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a
pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de
inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y
cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para
que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. (Mt 2,1-12)
1.
Fiesta de la epifanía: el Dios Niño de Belén se
manifiesta como Salvador de todos los hombres. Como dice san Pablo en la 2ª
lectura: “Que también los gentiles son coherederos,
miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el
Evangelio.” Y que el Salvador se manifiesta –y sigue manifestándose- a todos los que lo buscan. El
evangelio nos presenta a unos magos de Oriente que buscan, sin desánimo, al Rey de los judíos que ha nacido. De
alguna manera han sentido la llamada de Dios –“hemos visto salir su estrella”-, y ellos han dejado lo seguro -su
vida de cada día- y se han puesto en camino para buscarlo. No les fue fácil.
Era un viaje duro a tierras lejanas. Tuvieron que superar momentos de duda y
oscuridad, como cuando la estrella desapareció. Pero no cejaron en la búsqueda,
hasta que “vieron al niño con María, su madre, y cayendo
de rodillas lo adoraron... y le ofrecieron regalos...” ¡Es el premio del que busca: Dios
siempre se manifiesta al que lo busca sincera y perseverantemente!
2.
“...hemos
visto salir su estrella y venimos a adorarlo.” Alzar la
cabeza para ver la estrella, dejarnos
seducir por ella, salir de una vida más o menos arreglada y segura, y ponernos
en camino para buscar al Salvador. Dice Juan J. Bartolomé: “Como en Belén, Dios se
hace el encontradizo de quien acude a él ilusionado por poder darle algo de
cuanto tiene; no es que nuestro Dios necesite de lo que podamos darle, es que
nosotros, para encontrarle, necesitamos poner a sus pies cuanto somos y cuanto
de valor tenemos. Únicamente los generosos encuentran a Dios... El Dios de
Belén resulta adorable sólo para quien le busca para hacerle presente su amor y
su entrega.” Señor, hoy
quiero buscarte para arrodillarme a tus pies y entregarte cuanto tengo y soy:
Tú eres el Salvador.
3. No cabe duda que la
gente de nuestro tiempo tiene más cosas que antes; pero ¿es más feliz? ¿No hay
demasiada gente sin ilusión ni alegría, que va por la vida desconcertada, sin
encontrar un “por qué vivir”? Nosotros mismos, ¿no sentimos la necesidad de
salir de una vida que no nos llena, y hasta nos aburre y asfixia, para buscar “algo más”? Los magos fueron,
vieron al Niño, lo adoraron. Después volvieron a su tierra, a lo de antes; pero vuelven “por otro camino”: su vida era otra, el encuentro con aquel Niño-Salvador
dio nuevo sentido a su existencia. Señor, que yo hoy vaya y te adore, y allí quede
cuanto de inútil y sin sentido hay en mi
vida, y vuelva con una vida más llena de
ilusión y sentido, más iluminada por tu amor.
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