6 de enero – Epifanía
del Señor
1. La palabra de Dios
Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la
gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer
por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en
otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos
apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del
mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio. (Ef 3,2-3a.5-6).
Jesús nació en Belén de Judea en tiempos
del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos
visto salir su estrella y venimos a adorarlo.» Al enterarse el rey Herodes, se
sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los
escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: ?Y tú, Belén, tierra
de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti
saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."» Entonces Herodes
llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había
aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad
cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo
también a adorarlo.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de
pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a
pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de
inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y
cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para
que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. (Mt 2,1-12)
1.
Fiesta de la epifanía: el Dios Niño de Belén se
manifiesta como Salvador de todos los hombres. Como dice san Pablo en la 2ª
lectura: “Que también los gentiles son coherederos,
miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el
Evangelio.” Y que el Salvador se manifiesta –y sigue manifestándose- a todos los que lo buscan. El
evangelio nos presenta a unos magos de Oriente que buscan, sin desánimo, al Rey de los judíos que ha nacido. De
alguna manera han sentido la llamada de Dios –“hemos visto salir su estrella”-, y ellos han dejado lo seguro -su
vida de cada día- y se han puesto en camino para buscarlo. No les fue fácil.
Era un viaje duro a tierras lejanas. Tuvieron que superar momentos de duda y
oscuridad, como cuando la estrella desapareció. Pero no cejaron en la búsqueda,
hasta que “vieron al niño con María, su madre, y cayendo
de rodillas lo adoraron... y le ofrecieron regalos...” ¡Es el premio del que busca: Dios
siempre se manifiesta al que lo busca sincera y perseverantemente!
2.
“...hemos
visto salir su estrella y venimos a adorarlo.” Alzar la
cabeza para ver la estrella, dejarnos
seducir por ella, salir de una vida más o menos arreglada y segura, y ponernos
en camino para buscar al Salvador. Dice Juan J. Bartolomé: “Como en Belén, Dios se
hace el encontradizo de quien acude a él ilusionado por poder darle algo de
cuanto tiene; no es que nuestro Dios necesite de lo que podamos darle, es que
nosotros, para encontrarle, necesitamos poner a sus pies cuanto somos y cuanto
de valor tenemos. Únicamente los generosos encuentran a Dios... El Dios de
Belén resulta adorable sólo para quien le busca para hacerle presente su amor y
su entrega.” Señor, hoy
quiero buscarte para arrodillarme a tus pies y entregarte cuanto tengo y soy:
Tú eres el Salvador.
3. No cabe duda que la
gente de nuestro tiempo tiene más cosas que antes; pero ¿es más feliz? ¿No hay
demasiada gente sin ilusión ni alegría, que va por la vida desconcertada, sin
encontrar un “por qué vivir”? Nosotros mismos, ¿no sentimos la necesidad de
salir de una vida que no nos llena, y hasta nos aburre y asfixia, para buscar “algo más”? Los magos fueron,
vieron al Niño, lo adoraron. Después volvieron a su tierra, a lo de antes; pero vuelven “por otro camino”: su vida era otra, el encuentro con aquel Niño-Salvador
dio nuevo sentido a su existencia. Señor, que yo hoy vaya y te adore, y allí quede
cuanto de inútil y sin sentido hay en mi
vida, y vuelva con una vida más llena de
ilusión y sentido, más iluminada por tu amor.
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