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Domingo 3º de Adviento (C)

Domingo 3º de Adviento (C)
1.       La palabra de Dios
Alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás.  El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» (Sofonías (3,14-18a)
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: - « ¿Entonces, qué hacemos?» Él contestó: - «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.» Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: - «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?» Él les contestó: - «No exijáis más de lo establecido.» Unos militares le preguntaron: -«¿Qué hacemos nosotros?» Él les contestó: - «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.» El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: - «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.» Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio. (Lucas 3, 10-18)

1.      Hoy, tercer domingo de Adviento, la liturgia nos llama a la alegría: “Estad siempre alegres en el Señor: os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca.” (2ª lect.) Y la alegría a la que nos llama no es una alegría huera, sin motivo, como a la que llaman, en estos días,  tantos anuncios de aquí y de allá. Es una  alegría fundamentada en Jesús, el Salvador, que viene, que llega: “Alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. El se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta?” (1ª lect.) Tal vez nuestra situación personal, la de nuestras familias y de la sociedad en que vivimos nos sea agobiante, como lo era para el pueblo de Israel y para la comunidad de Filopos. Pero, como a ellos, hoy nos llega esta palabra de esperanza y alegría. El Señor viene. El se hace el Dios-con-nosotros para nosotros. Y él es más fuerte que todos los males que nos agobian. Y que nuestros pecados y esclavitudes. Por eso, ¿cómo no alegrarnos, escuchando la Palabra de Sofonías y de Pablo hoy?...   Sí, Señor, hoy quiero abrir mi corazón a la esperanza gozosa de tu visita, de tu salvación. Y quiero contagiarla a los que me rodean y se encuentren conmigo.

2.      En el evangelio nos encontramos con Juan Bautista, que pide que cada uno dé los frutos que pide la conversión, y la gente le pregunta: “¿Entonces, qué hacemos?” Por tres veces aparece esta pregunta en el evangelio, dirigida al Bautista. Pregunta que hoy debemos hacernos nosotros. El Señor llega, está cerca... ¿Qué hemos de hacer para encontrarnos con él,  para recibirle? El Bautista a la gente que le preguntaba no pedía cosas extraordinarias, sino cosas sencillas y concretas de su vida: compartir lo que tienen con los que nada tienen, y ayudar a los demás, ser honrados y justos, hacer bien lo que cada uno tiene que hacer, ser comprensivos y respetuosos, no manipular ni explotar ni aprovecharse de nadie, y menos de los más débiles. Es lo que nos pide a nosotros hoy: abrir caminos de justicia, de misericordia y de respeto de los hermanos. Que ni el egoísmo ni la avaricia ni el deseo de tener más y más guíen nuestras acciones, sino que nos abramos al amor. Porque el Dios que viene es un Dios de amor. Y el camino hacia Dios pasa por el hermano. ¿Lo estamos haciendo así? ¿Va por estos derroteros nuestra preparación para la Navidad? Señor, que no equivoque el camino, que hoy escuche tu llamada.

3.      Señor, en esta sociedad materialista y descreída, son muchos los que no preparan la Navidad. Sólo piensan en preparar las vacaciones, los regalos, las juergas, el despilfarro. Nosotros, Señor, queremos preparar tu Navidad, tu Nacimiento. Queremos celebrar con gozo que tú te haces el Dios-con-nosotros. Y abrirte el corazón para que “nazcas” un poco más en nosotros. Señor, que vea claro de qué tengo que vaciar mi corazón para que tú puedas entrar en él. Ven,  Señor, y entra en esas parcelas de mi vida donde hasta ahora no te he dejado entrar. Y tú, María, Madre de la espera: enséñanos a esperar y recibir al Salvador con las mismas actitudes con que tú le esperabas y le recibiste.



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