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Fiesta de la Inmaculada Concepción


8 de diciembre – Fiesta de la Inmaculada Concepción
La palabra de Dios
 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. ( Efesios 1, 3-6)
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, Marta, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios te dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel te contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel. (Lc 1,28-38).) 
1.      Estamos celebrando el Adviento. La  liturgia nos está invitando a la esperanza: a desear y esperar la salvación, la liberación, al tiempo que nos anuncia con gozo que el Señor viene para traernos la liberación que necesitamos y deseamos, y nos anima a abrirle las puertas y dejarle entrar en esos rincones de nuestra vida donde aún no le hemos dejado entrar. Y, en medio de este tiempo de espera, aparece la fiesta de la Inmaculada, porque la Virgen es el modelo de cómo esperar y acoger al Señor. Por eso, esta fiesta es como un grito de ánimo que aviva nuestra esperanza de liberación. Porque en María vemos cumplidas ya esa esperanza: lo que se nos anuncia y esperamos y deseamos lo ha realizado ya Dios en esta mujer de nuestra raza, que ha sido tan amada por él que, desde el primer momento de su concepción, fue totalmente liberada de la esclavitud del pecado por los méritos de Cristo, el Libertador que esperamos. ¡Qué gozo, Madre, mirarte y contemplarte como la totalmente liberada por Dios! Ruega por nosotros, que somos pecadores, esclavos aún del pecado.

  1. María es imagen de la Iglesia, la comunidad de los que creemos en Jesús. Lo que Dios ha realizado en María es lo que proyecta realizar en cada uno de nosotros, que somos miembros de la Iglesia. El Evangelio nos la presenta hoy diciendo sí a Dios, acogiendo la Palabra de Dios y aceptando que se encarne en ella y que así la salvación entre en el mundo por su medio. Al decir sí a Dios,  María nos hizo cercano al Hijo de Dios, hizo posible al “Emmanuel”, al “Dios-con-nosotros” de la Navidad.  A eso nos invita el Señor hoy, y esto nos enseña María, como dijo  Juan Pablo II: “La Madre de Cristo nos enseña a reconocer el tiempo de Dios, el momento favorable en el que pasa por nuestras vidas y pide una respuesta disponible y generosa... El Verbo que ha puesto su morada en el seno de María, viene a tocar el corazón de cada hombre con singular intensidad en la próxima Navidad… A cada uno le corresponde responder, como María, con un «sí» personal y sincero, abriendo a su vez el espacio de la propia existencia al amor de Dios."

  1. Nuestra vocación, como la de María, es vocación de limpieza, de libertad, de santidad. San Pablo nos recuerdo el proyecto de Dios sobre nosotros: "El nos eligió en la Persona de Cristo -antes de crear el mundo- para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. "(2ª lect.) Este proyecto lo ha realizado ya en ti, María. Por eso hoy lo celebramos y nos alegramos contigo. Y, en  tu fiesta,  te pido que me ayudes a vivir la fe y la confianza en Dios como la viviste tú. Que me ponga a disposición de Dios como tú, para que la Palabra de Dios se “encarne” en mí,  para cumplir mi misión de cristiano que es hacer presente a Cristo entre los hombres,  reflejando en mi vida su vida, y así  mostrarlo y hacerlo visible al mundo hoy, como tú un día en Belén.

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